Recientemente en mi casa vive un tipo que me manda
Que me corrige y me ordena y me torea, pero me da un abrazo y me gana
Me quita el partido y me pone unos cartones.
De una esponja que vive bajo el agua
Se sienta en mi sillón, dibuja en el colchón
Efectivamente vivo con la divina adivinanza,
Disfruto de cada segundo suyo,
Me reta porque sabe que va a ganarme.
Capitán Tapón (Alejandro Sanz)
Mucho creo que sabemos del vacaciones en paz, y a veces tengo la sensación de que no llegamos a saber realmente porqué damos ese paso de acoger. Y a mí, sinceramente me encantaría saber el porqué.
Vivimos en un mundo de contradicciones. A veces pensamos demasiado y otras tantas actuamos sin pensar. Pongámonos en situación, y es que, un día, sin saber exactamente el qué o el quién lo causó, algo te hace “click” en la cabeza. Y despiertas. De repente, comienzas a ver en ti que quieres ayudar a los demás. Que te quieres poner a prueba tu mismo/a para saber cuánto das sin recibir y cuanto aprendes consciente e inconscientemente.
Y es que no. No todo es eso. Empiezas a comprender que es hora de pensar un poquito más en los demás, y un poquito menos en ti. Empiezas a ver también, en los escaparates en vez de ropa “eso que necesita el niño o la niña.” Empiezas a coordinar tu tiempo en función de una persona más que tendrás en tu zona de confort. Y sobre todo, empiezas a sentir las injusticias, te comprometes cada vez más, y es una promesa de esas de las que haces cómplices a tus amigos y conocidos y haces de esa “lucha” que era de los saharauis, algo tuyo. Algo personal. Pero tranquilo/a no estás loco/a, es una actitud normal. Entendible.
Entonces, es justo en ese instante, en el que miles de millones de posibilidades se cruzan y entrelazan unas cosas con otras por tu mente. Y de repente, te sientes seguro/a y con fuerzas. Y das el paso. Acoges. Porque te convencen de que los 50 grados del verano son malos para los niños. Porque tú le puedes dar la posibilidad de disfrutar de un chequeo médico. Y porque tú, si tú, le vas a dar el placer de conocer otra cultura. Otras costumbres. Ver y disfrutar de un mundo totalmente distinto al suyo. Y eso sí, que mola. Y mogollón además.
Encuentras en ese pequeño cuerpo oscuro algo más que un niño/a, un sueño por el que luchar. Y un buen compañero/a por el que arriesgar. Encuentras lágrimas cargadas de razón pero sobre todo de felicidad cuando menos te lo esperas. Encuentras abrazos sin pedirlos, pero sabiendo que los buscabas, y encuentras también, miles de sonrisas de inocencia y miradas que lo escanean todo como si nunca antes lo hubiera visto. Y eso sí que es digno de apreciar.
Poco a poco te irás dando cuenta de que tu gesto le suma energía positiva a tu vida y cuidas más a aquellos que te aportan valor. Empezarás a valorar lo que tienes. Apreciarás que no es tanto lo que uno tiene o deja de tener sino lo poco que tiene y lo mucho que lo disfruta. Empezarás a creer que “el divide y vencerás” encaja perfectamente en tu filosofía de vida. Porque lo tuyo ya no es tuyo, sino de una personita pequeña que a ti, te hace grande.
Y te darás cuenta de que sí. Que es posible ser mucho más feliz de lo que imaginaste alguna vez. Y eso no consiste en lo material, va mucho más allá. Eres tú, y es el vacaciones en paz y es ante todo alguien que está dispuesto a quererte mucho, y a quererte bien. Y ¡que suerte la vuestra!
Por Benda Lehbib Lebsir
Fotografías: Sergio Giorgio López
Fuente: 1saharaui
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