Por Ricardo Sanchez Serra / posicion.pe
Algunos pueden pensar que es la Muralla China, pero no. Fue una fortificación -de más de 21 mil kilómetros de largo- para detener los ataques de los manchúes y mongoles. Hoy es un lugar turístico.
Un muro del que nadie habla –incluso cuando los medios de comunicación hacen especiales de los muros en el mundo, ahora que han vuelto a la palestra con la decisión del presidente norteamericano, Donald Trump, de construir el muro fronterizo con México- es el que edificó el Reino feudal de Marruecos, en la década de los ´80 –con la ayuda de Arabia Saudita y Francia- en el territorio ocupado del Sahara Occidental.
El silencio informativo que pretende imponer la cancillería marroquí a su invasión, ha tenido resultados parciales. Cada vez se difunde más la cuestión saharaui y las violaciones a los derechos humanos en el territorio ocupado.
Sobre el muro marroquí expresaba el intelectual uruguayo Eduardo Galeano: “¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos? ¿Será por los muros de la incomunicación, que los grandes medios de comunicación construyen cada día?”.
Las tropas del Frente Polisario -único representante del pueblo saharaui reconocido por las Naciones Unidas- tenían en jaque a las poderosas fuerzas militares invasoras marroquíes y construyeron un muro de 2,720 kilómetros cuadrados (una distancia mayor desde Tumbes hasta Tacna), convirtiéndose en la muralla militar más larga del mundo. Solo para una comparación: el otro muro de la vergüenza, el de Berlín, tenía solo 160 kilómetros.
Cabe recordar que el Reino feudal de Marruecos invadió el territorio del Sáhara Occidental en 1975 –contra todas las resoluciones de la ONU y el dictamen de la Corte Internacional de Justicia de La Haya- bombardeando a la población civil con napalm y fósforo.
Miles de saharauis huyeron de la matanza y se asentaron en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia, y en los territorios liberados del Sáhara Occidental, en donde fundaron la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), el 27 de febrero de 1976.
Como paréntesis debemos destacar que el Perú reconoció a la RASD en agosto de 1984, durante el régimen democrático de Fernando Belaunde Terry y el primer embajador saharaui presentó cartas credenciales ante el presidente Alan García y el canciller Allan Wagner, en 1986. Pero desgraciadamente y en forma sorpresiva el asesor presidencial Vladimiro Montesinos congeló las relaciones en 1996. Cuando este asesor estuvo escondido en Panamá quiso asilarse en Marruecos. ¿Una por otra?.
Esperemos que el mandatario Pedro Pablo Kuczynski y su canciller, Ricardo Luna, restablezcan las relaciones diplomáticas y subsane esta ignominia histórica. Además, impregnaría a la nueva política exterior peruana un sello distintivo de justicia, valores, de defensa de la legalidad internacional, de los derechos humanos y del derecho internacional, en especial de la libre autodeterminación de los pueblos y el derecho a la independencia de los países y pueblos coloniales.
Volviendo al tema central de este artículo, el muro, está compuesto por una barrera de tierra y piedras de 2.5 metros de alto por 2 metros de ancho. Es custodiado por más de 130 mil soldados marroquíes. Cuesta un 25 por ciento del presupuesto anual marroquí para gastos de guerra, de acuerdo a estimaciones del Grupo de Estudios Estratégicos, unos 2 millones de euros diarios.
El muro cuenta con vallas, alambres de púas, surcos antitanques y unos 10 millones de minas antipersona y antivehículos, bunkers, pertrechos antiaéreos y radares.
Este muro simboliza un crimen contra la humanidad, al dividir a las familias saharauis y violar el principio de integridad territorial de los países pendientes de descolonización.
Es una gigantesca cárcel al aire libre que va del muro al mar y en donde se encuentran medio millón de saharauis sin libertades, ni protección a sus derechos humanos.
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