¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

“Hijos de las nubes, hijos del bien”

A los saharauis nos llaman hijos de las nubes….. y desde luego es un calificativo muy acertado. Según pasan los años lo entiendo mejor.
Recuerdo como mi madre me decía cuando era pequeña que los niños saharauis estamos hechos de otra pasta. Y ahora sé que las madres también. Hijos y madres, están condenados a vivir separados, y cada día duele más la distancia.

Cuando estaba en quinto de primaria, mis hermanas mayores llevaban ya varios años estudiando en Argelia. Mi sueño era seguir sus pasos, y que mi madre de vez en cuando me mandara una carta o algún paquetito con mis cosas preferidas. Cuando se acercaba el momento de pasar a sexto, estaba nerviosa…. sexto es un curso clave, ya que en los campamentos se hace “selectividad” para elegir donde seguirás tus estudios. Dependiendo de la nota que obtengas te podía corresponder Argelia, Libia o Cuba.
Empezaba las clases con responsabilidad, me dedicaba a estudiar básicamente al igual que todos los niños de mi edad. Me esforzaba con tal de sacar ese examen. Soñaba con ver como delante de toda mi daira, se mencionaba mi nombre.

Los días en los que se hacían esos exámenes, mi madre se levantaba nerviosa, incluso más que yo,  me ayudaba a arreglarme y me acompañaba al centro que me tocaba para hacer ese examen. El camino era largo, y no por la distancia que había de mi casa a ese colegio… sino por todo lo que conllevaban esos pasos. Estaba en juego mi futuro.

Aprobé y se me designó Argelia. Mis padres no querían que me fuera, me veían demasiado pequeña,  mi madre me decía “Hija mía, estudiar podrás estudiar. Argelia es demasiado grande, si no es ahora, ya será más adelante”. Supongo que son las típicas palabras de una madre ante la supuesta partida de su hija.
Un día se cargó de decisión y me mandó a estudiar a un internado a 20 kilómetros de mi casa. No conocía a nadie, además era la más pequeña de todas las chicas. Con un beso en la frente, como si de un hasta luego se tratara, se giró y me dijo… “hija, haz lo que debes, creo que lo tienes que hacer”. Una frase que ya había escuchado en otras ocasiones, era familiar para mi, ya que mi abuela siempre la repetía una y mil veces. Así fueron pasando los meses, incluso los años. Un lugar desconocido para mí, un lugar en el que hacerme mujer entre muchas mujeres. Administrar mis cosas y sobre todo hacer como decía mi madre y mi abuela, lo que debía hacer que es lo que mi madre también quería, que estudiase.

Los años pasan y las madres saharauis, por desgracia se acostumbran a esta rutina o al menos lo intentan. Los hijos estudian y ellas viven separadas de ellos. Lo llevan como pueden, pero se sacrifican con la esperanza de que sean “Hijos de las nubes” “Hijos del bien” Hijos formados… donde pueden y como pueden. Siempre extrañando y añorando la familia unida….

Benda Lehbib.
Imagen: Carmen Martinez.

Fuente: 1saharaui


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