Como no recordar las veces que la representante de juventudes de mi Daira nos llamaba a las niñas de mi barrio para ir a cantar? Como no recordar los esfuerzos de aquella mujer que se dejaba la voz para sacar lo mejor de nosotras… NO era para un concurso, no; era simplemente diversión para romper con nuestra rutina a fin de jugar a algo distinto, “el canto”. Como no recordar aquellas tardes de viernes todas las niñas reunidas en la sala de la Daira preparando un “tema”, o simplemente imitando esas canciones tradicionales que tantas veces oíamos por la radio, sin ningún ritmo pero con mucha ilusión.
No recuerdo exactamente cuantas eramos ni es necesario la cantidad ni la calidad; allí reinaba la sencillez que tanto me encantaba en aquellos tiempos. Sí, aquellos en los que buscábamos una camiseta blanca de donde sea, a veces era incluso la de la vecina, unos vaqueros y bien peinadas con la bandera en la mano nos dedicábamos a mover las manos y los pies en conjunto. Siempre había una niña que dirigía el grupo, puesto que cantaba extraordinariamente bien y nunca he sido yo, os lo aseguro. Su voz de niña dulce suena aún en mis oídos, la labor de las demás era seguirla y en alguna ocasión, acompañadas de un “tbal” (algo parecido a la pandereta), nos orientábamos para seguir el ritmo. No se trataba de un musical, era el “Ifarga” “Ikachafa”, niñas que se divertían a su simple y sencilla manera; sin recursos, y por supuesto sin perder de vista su motivación. Uno más de los hábitos saludables de mi bonita infancia.
Por Benda Lehbib Lebsir
Imagen: Carlos Cristobal
Fuente: 1saharauiImprimir artículo
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