“Hay tierras que están llenas de agua para el bienestar del cuerpoy tierras llenas de arena para el bienestar del alma”.
Anónimo
Ilustración de Roberto Maján |
AGUA
Aunque no tenemos la vegetación ni los manantiales de los oasis,
esa ausencia no desenterró el verdor de nuestros ojos,
no nos amarró con las cadenas del desaliento,
ni taló por el pie la sombra que conjuga la semilla,
los tallos, las espinas, el rocío, el agua que nos alimenta.
No tenemos oasis,
pero para el aprendizaje de la supervivencia
tenemos la pizarra del tiempo.
Tenemos sobrados silencio y paciencia
para imantar las resonancias líquidas
que alguna vez existieron (que aún existen )
Bajo nuestros pies.
Tenemos ojos para escrutar la nube fértil
que hunde sus invisibles raíces en el aire
y germina en el abdomen del mundo.
Tenemos los pozos.
Y el pozo en el Sahara es más que una hondura,
más que un latido, mucho más
Tenemos los pozos.
Y el pozo
para el habitante de la badía
es siempre una marca en el mapa de su mente.
Es el punto donde encontrar a menudo
el camello perdido.
Y es el lugar de descanso y mercado
y territorio donde se cosechan las noticias,
y es lecho y remiendo para atenuar los sufrimientos del nómada.
No, no tenemos oasis
y durante largas estaciones
puede no henchirse en el cielo nube alguna,
pero siempre habrá una esperanza
líquida y benigna
cuando se adivine a lo lejos un pozo.
Por Liman Boisha
Del libro: Bajo el mismo cielo. SON.
Fuente: blogs.elpais.com
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