Vinieron a casa y la llenaron de energía y alegría. Venciendo el miedo que traen de su desierto a los perros, que forman jaurías salvajes, lograron jugar con el nuestro y se reían de sus piruetas por alcanzar la pelota en el aire. Sus risas fueron como las de mis hijos y nietos, como las risas de todos los niños del mundo. Parecían cascabeles en el aire tibio de los últimos días de la primavera vasca… ajenas a todo conflicto.
Pero esos niños eran el resultado de un conflicto angustioso y largo en el tiempo, treinta años, que mantiene a un pueblo entre el exilio y la ocupación, y que a nadie, al parecer, interesa solucionar. Ni a los diplomáticos y políticos de Naciones Unidas, que plantean la idea de un referéndum de autodeterminación, pero tras cinco años bajo soberanía marroquí, entre otras cosas. Los gobiernos de España y Marruecos, Estados Unidos y Francia callan o entorpecen las negociaciones, que tienen en ello sus intereses. Como aseveró el senador Anasagasti tras su visita, de hace un mes, a Naciones Unidas: “…sacamos la conclusión de que al pueblo Saharaui no le queda más que continuar en su heroica labor sin esperar nada del Estado español que primero lo invadió y colonizó y luego lo abandonó a su suerte en manos de un nuevo ocupante en 1975 (…) Esta conclusión la sacamos tras reunirnos con representantes de Naciones Unidas, así como con embajadores acreditados ante las mismas”.
La historia comenzó hace mas de mil años, cuando al áspero desierto lo comenzaron a atravesar las caravanas camelleras que transportaban sal y oro de África del norte a la occidental y lo fueron poblando y cuando llegaron los almorávides y conquistaron el territorio y parte de Al Andalus peninsular y se hicieron musulmanes de religión… y cuando, ya en el siglo XIX, los europeos, en la Conferencia de Berlín, decidieron tener cada cual su porción de África, y España reclamó esa porción del Sahara Occidental donde, además, se encontraron ricos yacimientos de fosfatos.
Ante eso, no importaban las tribus bereberes, ni la descolonización organizada, ni la Marcha Verde que apresuro las cosas a favor de Marruecos frente a una España en colapso por la agonía y muerte del dictador Franco… Hubo retiradas y ocupaciones militares, guerrilla polisaria y la construcción de un muro por parte de Marruecos. Abreviando y detallando la situación insolvente, nos encontramos que el 28 de enero de 2015 el Frente Polisario dio a conocer su ultimátum, donde se especifica que se debe presentar ante la ONU un informe de la situación y la amenaza de que si no se resuelve pacíficamente se utilizaran métodos violentos. Que no sea esta la vía de solución del conflicto.
LO IMPORTANTE, EL FOSFATO
Lo importante sigue siendo el fosfato. Y a más, los yacimientos de petróleo, oro negro de nuestro tiempo, y las costas atlánticas con sus caladeros de pesca. Hablamos, pues, de mucho más que de un trozo de desierto. Pero estamos hablando también de una humanidad que aunque nunca ha tenido su propia delimitación territorial o estatal, quiere tenerla desde mediados del siglo XX a los principios de este siglo XXI.
El dolor que han padecido por las arbitrarias situaciones les ha fortalecido y con la ayuda internacional de organizaciones humanitarias han logrado no solo sobrevivir en condiciones ínfimas, sino que sus jóvenes sean educados a niveles universitarios. Una cosa y otra los vuelve más fuertes, consistentes y capacitados para defender su causa ante el mundo.
Yo miraba los cinco niños que aparecen en el calendario 2016 que auspicia el Metro de Bilbao y otras organizaciones y me iba imaginando sus destinos y me nació el deseo de protección, instinto básico que las madres y abuelas solemos sentir como una exhalación cuando vemos en peligro a nuestros hijos/as o nietos, porque todas las cosas que damos por hecha en nuestra sociedad, sanidad, educación, trabajo y jubilación, son remotas para estos niños que sonrientes jugaban a la pelota sobre la hierba verde de Navarra, tan diferente a las duras piedras de su zona desértica natal. Desértica en todos los sentidos. En las ataduras culturales y religiosas, en las relaciones familiares y sociales. En las políticas.
Leo en la contraportada del calendario del Bakeñeku de Nafarroa una referencia al Principio de Incertidumbre formulado por Heisenber en 1925. Afirma el físico que el observador, por el mero hecho de serlo, influye en la realidad que escruta, la altera, introduce una variable de indeterminación. Llaman a quienes nos sentimos observadores de la tragedia saharaui a participar en su buen caminar hacia un final que convenga a todos, sobre todo a ellos, seguros de que una vez que has oído la risa de un niño saharaui, que has escuchado su voz, mirado el resplandor de sus ojos y gozado de la amplitud de su risa, no hay marcha atrás. Te sientes unida a su causa porque es imposible cerrar el corazón a semejante envite. A tan gran dádiva.
Cuando los cinco menores saharauis partieron de casa, alzando las manos en un adiós animoso, me quedó el vacío de su presencia, pero fue también una sensación amplia, como si las puertas de un mundo desconocido se hubieran abierto para mí, dejándome paso no a una incertidumbre sino a la certeza de que este pueblo necesitaba, necesita, seguir adelante; que esos niños serán portadores de la esperanza de que es posible vivir en un mundo mejor, a no resignarse a la miseria ni a la ocupación, menos al olvido. Que ellos son el fosfato de África. Y que por ello vale la pena aunar esfuerzos, reclamar la justicia de su causa, apoyarles en su determinación por conseguir lo que desean.
Por Arantzazu Ametzaga Iribarren
Fuente: deia.com
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