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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Confidencias sobre Marruecos

La casualidad ha querido que el mismo día en el que el Tribunal Europeo de Justicia de la Unión Europea anulaba el llamado en su momento ‘acuerdo del tomate’, entre Bruselas y Rabat, me entrevistase por la tarde con un empresario agrícola español con explotaciones de tomate en el país vecino. No voy a dar datos sobre su identidad, pero este señor ha corroborado algunas de las tesis que siempre se han dicho, sobre todo, la relativa a la trazabilidad, ese gran engañabobos.

Hortalizas marroquíes que se venden como españolas. Pues sí, muy cierto. Llegan a este otro lado y aquí las ponen bonitas para reexpedirlas como comunitarias, cuando en realidad son extracomunitarias. Es tan cierto como que los señores de Bruselas aprobaron hace más de tres años un acuerdo comercial, aún a sabiendas que empresas internacionales, como el grupo francés Azura, tienen invernaderos en el antiguo Sahara español. En su día quien suscribe redactó alguno de aquellos artículos, había otras dos empresas europeas en territorio saharaui – cuyo nombre ahora no recuerdo – incluso llegué a publicar fotos de dichos invernaderos (…). Quien se oponía al acuerdo – además de las organizaciones agrarias españolas – era el señor José Bové, un francés conocido por su particular bigote, y que tuvo que pelearse con casi todos los europarlamentarios para convencerles de que era un acuerdo con numerosas irregularidades. Pero el convenio que hoy se tumba salió adelante con el respaldo del Parlamento Europeo.

En fin, recuerdo incluso como alguno de los periódicos de tirada nacional me pidió información al respecto. Y alguna portada salió en dichos diarios generalistas, portadas que el viento se llevó, pero que este jueves – por sorpresa – un remolino ha devuelto con la noticia oficial de que el Tribunal Europeo suspende un tratado que con gran gozo habían aprobado las distintas instituciones comunitarios, incluido el inmaculado Parlamento.

Pero surgen con todo esto todavía más preguntas. ¿Servirá de algo? ¿Se le exigirán a partir de ahora aranceles a los tomates, calabacinos o judías que Marruecos exporta a la Unión Europea?.
Porque si es así, irremediablemente los precios tienen que subir en Almería, en Granada, en Murcia o en cualquier zona productora de España. Pero algo me dice que entre alegaciones y burocracia comunitaria la campaña se acelerará y cuando haya algo más en claro estaremos ya en mayo y junio viendo cómo se arrancan los tomates del invernadero. Bruselas aprobó un acuerdo que ahora su tribunal suspende porque vincula a una zona sobre la que Marruecos no tiene legitimidad, el Sahara Occidental.

Y regreso al inicio de esta reflexión. Me entrevistaba con un empresario que conoce in situ el agro marroquí. Y cuando empieza a relatarme las empresas españolas que allí están, las que han estado o las que se han planteado ir (aunque al final se hayan quedado en casa), me doy cuenta que Marruecos es para muchos una extensión, una prolongación de la zona de producción española. Una oportunidad. Mucho capital europeo en este país norteafriccano, por supuesto español, de ahí que se comprenda que la Comisión, el Consejo y el Parlamento Europeo dijesen sí, casi con los ojos cerrados, al acuerdo actual de comercio entre ambas orillas del Mediterráneo. Porque no nos engañemos, hay muchos intereses creados, y son muchos los que se benefician de dicho estatus.

Un asunto complejo, lleno de doble moral y excesiva hipocresía. En este terreno pantanoso el suelo se entremezcla. El aliado es en realidad un competidor y el aparente competidor es en la práctica el socio. ¿Alguien lo entiende?.

Jose Antonio Arcos


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