¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Regreso

“Si me preguntaran que “yak la bas?” (¿Cómo estás?) naturalmente, automáticamente contestaría con un “la bas” (bien) y recibiría un “hamdilulah, mashallah” (algo parecido a un “gracias a Dios”) de respuesta.
Sin embargo, íntimamente, es tanto el “barullo emocional” que me invade que me quedaría corta con un simple “la bas” y la bendición de Dios, el de Occidente o el de Oriente, da igual.

Quizás, como en su momento recomendaba Bécquer, antes de escribir cualquier nota, debería dejar reposar sentimientos improvisados, instintos, impulsos y ponerme con mi texto una vez que los haya asimilado, que sepa asignarle a cada uno su nombre y distinguir claramente los colores, los sabores y los olores que los generaron. Sin embargo, tengo miedo a la incapacidad de mi mente de retener las sensaciones de aquellos instantes, por muy ofuscadas y difuminadas que se me presenten.

Volver a los campamentos después de cuatro años ha significado enfrentarse a una realidad aparentemente estancada y, a la vez, ya invadida por El Progreso occidental: electricidad, internet, televisión digital. La era del 2.0 va imponiendo su virtual presencia entre una jaima y otra y las series de Arabia Saudí y Katar invaden las casas de adobe con su aparente modernidad que no es más que límites adornados de joyas de oro y plata y sentimientos censurados.

Sin embargo, por otra parte, la tradición persiste y se apropia de nuevas especulaciones acerca de las rondas de te, de la espuma, de los colores del turbante y de las diferencias entre las costumbres mauritanas y las saharauis. Las melhfas se acumulan en la maleta y aprendo a distinguir entre un tejido y otro e iba a pedir una desde los territorios liberados. Y me eché colonia muchas veces al día y la ofrecí, junto con un cojín bien cómodo, al invitado que venía de visita a casa.

Tuve dos familias y ambas tenían pendiente terminar las obras de reconstrucción de sus jaimas después de las lluvias de octubre. Juntos, nos enfrentamos a las tormentas de arena, al Siroco que desde siempre he considerado ser el viento caliente por excelencia y que allí se presenta a sí mismo como el viento frío por excelencia y en oposición al Irifi.
Me quedé sin palabras al entrar a la biblioteca de Bojador: una auténtica obra de arte. Y me quedó más claro aún que “leer nos hace libres”. Alghailani y Fetrana animaron mis días y los días de unos niños encantados con su amor a su profesión, con su ánimo y creatividad, con sus sonrisas y ojos sinceros y agradecidos.
En Smara, otro gran equipo: el de Kabara, Brahim y Lafdal. Trabajadores infatigables, entre la biblioteca y las escuelas, a pesar de las dificultades prácticas, una vez más, consecuencia de las lluvias inclementes. Saben que pueden confiar en Hasana, jefe incansable y coordinador de las impresionantes obras del Nido, que siguen adelante y terminarán en breve. Ebnu, en su “hotel de cinco estrellas” como él mismo lo define, es otro gran trabajador: vigila constantemente y con mirada atenta.

Una vez más, shukran, compañer@s, para hacer que a este pájarito no se le corten las alas. Para hacer de vuestros y nuestros sueños realidad. Para regalarle alas a la cultura.
Yo, de vuelta, desde un Madrid caótico seguiré ordenando mi propio caos, el caos de mis emociones. Una taza de café amargo ha substituido ya las miles de rondas de té exageradamente azucarado. Y sueño con el olor a hierbabuena, o hierba huerto, como algún que otro saharaui dos o tres veces exiliado, suele llamarla.
Hasta pronto. Inshallah”.

Giulia Maltese
Fuente: bubisher.org


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