Pocos niños entienden mejor “Frederick”, el cuento del italiano Leo Lionni, que los saharauis. Frederick es un poeta, y mientras sus hermanos trabajan para preparar el invierno recogiendo comida para los meses fríos, él se dedica a recolectar rayos del sol, colores, emociones y palabras. Y cuando, ya en invierno, el tedio se extiende por la madriguera, Frederick les proporciona a sus hermanos aquello que ellos no supieron llevar a casa. Uno de ellos, maravillado, premia las palabras hermosas de Frederick, proclamando: “Pero Frederick, tú eres un poeta.” Y él se sonroja un poco, hace una pequeña reverencia, y lo reconoce: “Ya lo sé”.
Así es el Sáhara, un vasto desierto en el que los niños, los adultos y sobre todo los ancianos, dan a la poesía un valor que está por encima del mismo trabajo. Sin trabajo no hay comida, desde luego, pero sin poesía la vida pierde sentido.
Y ahí está Saad, en el Bubisher de Ausserd, maravillando a los niños de un club de lectura con los textos y los dibujos del libro, tan sabio, de Leo Lionni. Lo sabe también Lefdal, que trabaja siempre en el Nido de Smara con el poder de la poesía. Lo saben todos los bibliotecarios y monitores del Bubisher, y por eso llevan a Frederick siempre en sus estanterías o su mochila, porque saben que es un cómplice infalible para decirles a los chavales saharauis que nadie se debe avergonzar por mirar el cielo, las estrellas, por buscar palabras bellas para vestir al desierto con un ropaje nuevo, sino todo lo contrario.
En el Bubisher soñamos siempre con que nazca una generación de niños poetas en plenos tiempos del wasap. Que a través de libros como el que les lee Saad, alcancen con las suyas las manos de los grandes poetas que dieron sentido a la existencia de su propio pueblo.
Fuente: bubisher.org
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