La reunión, en la que participarán trece países, se centrará en el conflicto de Oriente Próximo y Libia pero también se tratará la situación de otros estados del Norte de África incluido el Sahara Occidental.
La paciencia del Pueblo Saharaui, que desde hace más de cuatro decenios mantiene una perseverante lucha contra la ocupación ilegal de su país -el Sahara Occidental- por el Reino de Marruecos, parece que no tiene límite. Diariamente el ejército y las fuerzas de seguridad marroquíes reprimen con brutalidad a la población saharaui, que resiste con dignidad y determinación en su lucha para recuperar la libertad y construir un futuro en libertad, paz y democracia.
Los conflictos armados en que están implicados movimientos de liberación nacional reconocidos por las Naciones Unidas tienen la consideración de conflictos armados internacionales, en aplicación del artículo 1.4 del Protocolo I de 1977 a los Convenios de Ginebra. Y aunque el Derecho Internacional no les reconoce expresamente el derecho a usar la fuerza armada, tampoco se lo prohíbe, toda vez que numerosas resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas han reiterado la legitimidad del uso de la fuerza por parte de los movimientos de liberación nacional.
Nadie quiere eso y mucho menos el Pueblo Saharaui, pero nadie podrá hacer a este pueblo responsable si se ve obligado a tomar una drástica decisión que sería una tragedia anunciada tras años y años de espera pacífica y esperanza en la negociación auspiciada por la ONU. Cada vez que el Pueblo Saharaui renueva su confianza en unas instituciones internacionales y multilaterales que se muestran tan remisas en su compromiso con la legalidad internacional da prueba de su paciencia y capacidad de sacrificio, lo que exige una respuesta adecuada de los países integrantes de estos organismos.
La lucha por hacer valer su derecho sobre una tierra que les fue arrebatada en 1975, la paciencia y la resistencia, la fe en la justicia y en la razón, es lo que ha hecho que las y los saharauis, sigan confiando en la búsqueda de una solución pacífica y definitiva, a pesar de las promesas reiteradamente incumplidas.