¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

Testigos de una ocupación

Activistas saharauis en los campos de refugiados de Argelia / A. Torrús

Activistas por la independencia del Sahara que viven en los territorios ocupados por Marruecos narran los abusos sufridos por parte de las autoridades del reino alauí y cómo intentan saltar el bloqueo informativo al que son sometidos a través de las redes sociales.

Campamentos de refugiados saharauis.- Mariem Zafri, de 33 años, recuerda perfectamente la primera vez que sintió que no era igual que todas sus vecinas y compañeras del colegio de la ciudad de Smara, en el Sáhara Occicdental, ocupada por Marruecos desde la Marcha Verde. Tenía entonces diez años y la policía marroquí había detenido a tres familiares. Ahí comenzaron las preguntas, las medias respuestas, las caras de miedo y las verdades ocultas. Esta saharaui se convirtió entonces en eso que los medios llamamos “activista” y que para ella no es otra cosa que la lucha por la soberanía de su pueblo.

El activismo de Mariem consiste, entre otras actividades, en participar en el Equipe Media Sahara, un proyecto que trata de documentar las violaciones de Derechos Humanos perpetrados por Marruecos en los territorios ocupados para poder difundirlos y romper el bloqueo mediático al que, según denuncian, están sometidos por las “autoridades de ocupación” para que no se pueda dar a conocer al mundo la represión policial a la que es sometida la población saharaui. El pasado domingo, de hecho, Marruecos expulsó a dos españoles del Sáhara Occidental.

El presidente de Equipe Media Sahara es Ahmed Ettanji, un joven de 28 años que también nació en los territorios ocupados por Marruecos, y que ahora, tras cumplir la sanción de no poder estudiar durante siete años de las autoridades del Reino de Mohamed VI, ha regresado a la formación superior. Para ello ha tenido que mudarse a territorio marroquí porque no hay ninguna universidad dentro de los territorios que Marruecos ocupó. “Esa es una de las muchas discriminaciones que sufrimos. Pero no es la única”, avanza.
“El bloqueo informativo consiste en prohibir a las agencias de prensa visitar el Sáhara, en expulsar activistas y a todo tipo de testigos. Nosotros somos la alternativa. La ventana que se está abriendo al mundo desde el Sáhara Occidental para que vean qué está pasando, qué hay ahí. Lo mostramos con pruebas”, explica este hombre que dice haber sido detenido alrededor de una veintena de veces.

“Empecé como activista con 13 años en una célula clandestina. Repartíamos folletos, organizábamos protestas en el colegio... Supone un gran riesgo esta decisión. Sabes que el resultado puede ser tu asesinato, la tortura o la amenaza a tus familiares”, prosigue Ahmed Ettanji.

Este joven está coordinando ahora, además, el proyecto Watching Western Sahara, que nació al calor del Fisahara y que trata de aglutinar todos los vídeos de denuncia de los activistas saharauis en los territorios ocupados, contextualizarlos y hacerlos llegar a los medios de comunicación y organizaciones de defensa de los Derechos Humanos. El nacimiento de esta web muestra, explica Ettanji, muestra cómo ha evolucionado la lucha contra el "invasor marroquí”. “Cuando era joven estábamos en células clandestinas y ahora casi todo lo hacemos a través de las redes sociales y de las imágenes”, prosigue Ahmed, que participa en un taller para mostrar la herramienta a otros activistas.

Las imágenes prohibidas
Las imágenes, sin embargo, no son nada fáciles de conseguir. Lo cuenta Zakhaldi Nagiha, que se presenta como la corresponsal de la televisión nacional saharaui en los territorios ocupados por Marruecos. Zakhaldi fue detenida el año pasado por grabar una manifestación en la playa de El Aaiun organizada por el foro de mujeres saharauis. Este es su testimonio:
“Hubo una intervención de la policía a los pocos minutos me detuvieron. Me quitaron la cámara, me llevaron a la comisaría más cercana y después me trasladador a El Aaiún ciudad, donde recibí malos tratos y torturas. Las autoridades marroquíes no distinguen entre hombre, mujer o anciano. Todos los saharauis recibimos el mismo trato”.

Zakhaldi recuerda también cómo con 13 años conoció las redes de resistencia saharauis y se enroló en ellas. “Estoy diplomada en gestión de empresas y ahora estudio Filología Inglesa. Me gustaría trabajar pero las autoridades de Marruecos no me dejan”, prosigue. No obstante, no es el único caso de un saharaui que no puede trabajar. Los jóvenes relatan que una de las maneras de presionar a la población saharaui para que no reivindiquen su legítimo derecho a la independencia es no permitirles desempeñar labores profesionales si participan en las redes de activistas. Es decir, la represión no se limita sólo a los golpes. Va mucho más allá.

Mariem Zafri, por ejemplo, cuenta qué sucedió cuando acudió al equivalente de una Oficina de Empleo en Marruecos: “Me dijeron que yo era del Frente Polisario y que me fuera con ellos a los campamentos para encontrar trabajo. No me dejan trabajar. Intentan que nos rindamos”, explica a Público esta joven, que ha viajado estos días a los campamentos de refugiados saharauis en el desierto de Argelia para dar a conocer la realidad del pueblo saharaui en el marco del XIII edición del Festival del Cine del Sahara (Fisahara) y participar en el desarrollo del proyecto Watching Western Sahara.

La nueva herramienta, sin embargo, tiene diversos problemas que limitan su efectividad. En el taller celebrado en los campamentos los jóvenes activistas comentan la necesidad de fortalecer los vínculos con organizaciones africanas (y no sólo occidentales) y, por otro lado, también lamentan la falta de privacidad y seguridad del sistema ya que no está preparada (aún) para proteger la privacidad de la fuente que envía el vídeo. “La idea es que cada vez que haya una violación de Derechos Humanos podamos documentarla y que el vídeo llegue a los medios y a las organizaciones”, incide una de las impulsoras del proyecto, que reconoce en conversación con este medio que aún hay lagunas que mejorar y que se trata de un proyecto a medio plazo.

Atento a las clases se encuentra el joven Lahbib Aboulfadl, de 28 años, también de Smara. Lleva siete años trabajando en Equipe Media Sahara y no duda de que seguirá el tiempo que sea necesario en la lucha del pueblo saharaui. Sea con esta actividad o con otra. Concretamente, continuará como activista hasta el día en el que el pueblo saharaui pueda ejercer el derecho de autodeterminación que le reconoce la comunidad internacional. “La lucha tampoco terminará con nosotros. Esta es una lucha de generaciones y los que vienen detrás la continuarán. La generación anterior a la nuestra dio mucho y los que vienen por detrás están concienciados. Nuestra sociedad ha desarrollado una cultura y una escuela de resistencia”, dice.

Lahbib recuerda la primera vez que escuchó hablar de los campamentos de refugiados. Su familia hablaba de primos, tíos, y demás gente que él no conocía; y preguntó. La respuesta era difícil de imaginar: la mitad de la población saharaui vivía (y vive) en campamentos de refugiados en pleno desierto argelino debido a la ocupación de Marruecos. “No lo podía creer. Así que en 2012 vine por primera vez. Conocí a gente de mi familia. De algunos había escuchado hablar. De otros, no”, recuerda este joven, que trata de poner palabras, sin éxito, al dolor que sufrió en aquella ocasión. Sí que tiene claro, sin embargo, que descubrir la realidad es esta parte de su pueblo le “dio más fuerza para luchar”.

Una temeridad
Que saharauis de los territorios ocupados visiten los campamentos de refugiados fuera del proyecto de visitas de la ONU saharauis en Argelia es una temeridad. El primer grupo que visitó los campamentos de manera independiente fue en 2010. A su regreso, fueron detenidos y sufrieron un juicio militar. Finalmente, la presión internacional consiguió evitar un mayor castigo para esta expedición. La respuesta del pueblo saharaui fue organizar más y más expediciones, que llamaron “de desafío”, y comenzaron a visitar habitualmente los campamentos.

Ahmed sabe que habrá represalias al regresar. No tiene duda. Pero dice que forma parte de la identidad de ser saharaui. Dice que Marruecos, como mínimo, les humillará y mantendrá retenidos durante horas en el aeropuerto de regreso. Tampoco sería de extrañar alguna noche en el calabozo, preguntas sobre el motivo de su partida, golpes para encontrar respuestas diferentes y, sobre todo, mucho desprecio.

Pero Ahmed no muestra ni un ápice de miedo. Dice que es la causa de su vida y que su vida es menos importante que la causa. Porque la libertad del pueblo saharaui es lo que ha movido su lucha desde que siendo niño fue uniendo las piezas de un gran puzzle que veía a su alrededor. “No entendía por qué a unos en clase los trataban bien y a otros nos trataban como si no fuésemos humanos. Tampoco entendía por qué en mi familia encontraba terror cuando se hablaba de la policía mientras que el maestro en la escuela te decía algo opuesto. Y así comienzas a descubrir que hubo una guerra y las razones que han llevado a la mitad de nuestro pueblo a vivir en el desierto y a la otra mitad a vivir bajo una autoridad de Marruecos”, relata.

Y así, poco a poco, Ahmed y sus compañeros fueron tomando conciencia de lo que llaman “la causa saharaui”. Pero que nadie se lleve a engaño. Cuando estos jóvenes hablan de lucha no se refieren a la violencia. Insisten una y cien veces en su espíritu pacífico y, por si acaso, alguien se imagina que odian profundamente al pueblo marroquí ellos aclaran: “Tenemos amigos marroquíes, claro. Nuestro enemigo no es el pueblo. Es el régimen. Queremos un Estado libre y cuando lo tengamos los marroquíes que vivan en el Sáhara Occidental no sufrirán ningún tipo de represión”, anuncian.

Mientras que ese Estado soberano llega, Ahmed y sus compañeros continuarán luchando. Es una filosofía de vida. La gran razón por la que merece la pena vivir y luchar. Por la que creen que nunca hay que desfallecer y por la que levantan la cabeza cada día orgullosos del pasado de su gente. “Podría vivir como un esclavo en los territorios ocupados, pero prefiero luchar y emplear mi vida en conseguir la libertad de mi pueblo”, sentencia.

Por Alejandro Torrús

Fuente: publico.es


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