El conflicto saharaui ha atravesado por tres etapas del mundo (la Guerra Fría, la primera globalización liberal y el conflicto Occidente-Islam). Y todas han jugado a favor de Marruecos. Les queda la intifada. Y, a la vista está, será un río de sangre.
Cuando Franco agonizaba a finales de 1975, Hassan II lo vio claro y adelantó la jugada : su sueño del Gran Marruecos -la construcción simbólica que sustentaba un nacionalismo monárquico que él lideraba entonces con apoyo social masivo- estaba incompleto sin la anexión del Sahara Occidental. Y organizó la Marcha Verde. Su padre, Mohamed V, había accedido al trono tras negociar con Francia la independencia de su país, en 1956, a lomos de un incipiente y potente movimiento nacionalista marroquí al que apoyó sin fisuras, incluso a costa de un largo exilio. Cuando Mohamed V se negó a seguir jugando un papel de títere de Francia, la potencia colonial, en calidad de sultán del protectorado galo coincidiendo con la guerra de Argelia, los nacionalistas marroquíes le cedieron las riendas de la emancipación colonial. El maridaje quedó forjado. Marruecos surgió como país. Y luego Hassan II se propuso consolidar tal nacionalismo monárquico desde su llegada al poder en 1961. Esperó catorce años para dar el golpe. De modo que unas semanas antes de que Franco expirara, casi doscientos mil marroquíes, entre ellos ex presidiarios y mucha gente en la miseria, junto a veinte mil militares, se adentraron a pie en la entonces provincia española, en realidad, el último territorio africano pendiente de descolonización, en dirección hacia El Aaiún. Se trataba de una supuesta anexión civil. Hambre o fe, lo cierto es que la exaltación social y el reclutamiento para la Marcha Verde rozó lo espectacular.
NACIONALISMO SAHARAUI
En realidad, el vasto mar de arena al sur de Río de Oro ya contaba desde finales de los años sesenta del siglo XX con un movimiento independentista. Los saharauis, tribus nómadas hasta cierto proceso de urbanización que tuvo lugar con la colonización española, nunca habían tenido conciencia de Estado. No cuadraba en su lógica político-cultural. Y, aunque mantuvieran lazos tribales y familiares estrechos con quienes eran ciudadanos marroquíes o mauritanos, tampoco se habían sometido al sultanato de Marruecos, a pesar de intentos históricos reiterados pero nunca del todo enérgicos, pues era una zona marginal para la agricultura, una zona sin valor salvo cuando los occidentales trataban de asentarse.
De hecho, el primer líder del independentismo saharaui, Bassiri, había desaparecido en manos de la policía española tras una manifestación en el Aaiún en 1970. Refundado el nacionalismo saharaui luego como Frente Polisario, en 1973 pasó a la guerra de guerrillas, con atentados incluso mortales contra los yacimientos mineros españoles de Fos Bucraa. Estaba claro. España vivía entonces en la incertidumbre total y el Polisario contaba con el apoyo claro de la sociedad saharaui, con la simpatía más o menos expresa de la metrópoli, aun a pesar de los actos de violencia -paradoja no ajena al sentimiento antimarroquí de la España franquista-.
LA MARCHA VERDE
El futuro del Sahara no estaba asegurado, por lo tanto, allá por 1975, pero apuntaba a una emancipación colonial con soberanía saharaui como, en realidad, dictaba la lógica histórica-jurídica de la ONU. Hassan II, sin embargo, no estaba dispuesto a permitir que se le fuera esa pieza de las manos.
El desenlace es sabido: cuando la Marcha Verde llegó a las puertas de El Aaiún, Estados Unidos ejerció ante Madrid de valedor de Marruecos -su único peón entonces en el Magreb Occidental- y el Ejército español tardó apenas días en armar la evacuación civil y militar. “Sin el apoyo de EE UU, Marruecos nunca se habría atrevido”, recordó a este diario el ex ministro de UCD José Manuel Otero Novas. De manera que una muchedumbre marroquí -apoyada por las citadas unidades militares de ese país- entró en las ciudades saharauis y se ensañó con la población. La consigna era atemorizar y forzar un éxodo hacia el desierto. Y así fue. La aviación marroquí los persiguió e incluso llegó a bombardearlos con napalm, como habían hecho los norteamericanos en Vietnam. Las secuelas en los cuerpos pudieron comprobarlas médicos de los hospitales canarios.
EN PLENA GUERRA FRÍA
La lógica de la Guerra Fría se había atemperado en Europa en los años setenta. En ello la socialdemocracia alemana, Helmut Schmidt y Willy Brandt, había jugado ahí el papel clave. Pero se había desplazado al llamado Tercer Mundo. Este desplazamiento tuvo lugar después de que los soviéticos decidieron colocaran sus reservas de petróleo en el mercado internacional, la URSS renaciera y se reforzara durante esa década tras los cada vez más graves fracasos en su economía planificada y Breznev redoblara ambiciones en Asia y África. El Sahara, de hecho, no fue una excepción a esta captura de los conflictos regionales por una lógica geoestratégica mundial que los pervertía y dislocaba en muchas ocasiones.
No en vano si Marruecos era el peón de EE UU en el Magreb Occidental, Argelia lo era de una URSS que, además, le llevaba la delantera y, de hecho, dominaba la fogosa y famosa Organización para Unidad Africana (OUA). De manera que la entrega española de facto del Sahara a Marruecos tras los Acuerdos Tripartitos de Madrid, en base a los que el territorio se repartía también con Mauritania, fue como una declaración de guerra para Argel. El poderoso Régimen socialista argelino sufría así una severa derrota en el control de la región y además veía así cerrada su ansiada salida al Atlántico.
LA RESPUESTA ARGELINA
La venganza no se hizo esperar. Argel acogió a ese éxodo saharaui en los campamentos de Tinduf, al sur del país, donde aún malviven doscientas mil personas. Entrenó y armó al Polisario, y éste inició una guerra terrestre desde su santuario argelino contra la ocupación marroquí, así como una sucesión de ataques a los pesqueros españoles que siguieron faenando en las costas saharianas en el marco de los acuerdos de pesca hispano-marroquíes que entonces comenzaron a sucederse. Esto tuvo lugar hasta 1986, hasta el ingreso español en Europa, pues la UE no reconoce la soberanía pesquera marroquí al sur de Tarfaya. Hubo muertos, pescadores españoles también, y secuestros, aunque algunos atentados (como el del Cruz del Mar, con siete fallecidos en 1978) fueron confusos. El Polisario, cuya representación diplomática fue expulsada de España por un breve periodo, achacó lo del Cruz del Mar a Marruecos. Ahí han quedado las dudas.
LA CAÍDA DEL MURO
En los años siguientes Marruecos fue consolidando su ocupación de facto del Sahara Occidental con una política incesante de traslado de colonos que hoy en día ya representan casi el setenta por ciento de la población. Y las ofensivas militares del Polisario se toparon con la construcción de varios anillos de muros defensivos marroquíes que acabaron por resultarles infranqueables. Pero Argelia mantenía intacto su apoyo a la resistencia saharaui. En la diplomacia internacional el Polisario las ganaba todas (las resoluciones de la ONU le son todas favorables). E igualmente en la opinión pública española, los saharauis contaban con las bendiciones tanto de la derecha (profundamente anti-marroquí siempre) como de la izquierda española, salvo el PSOE, cuya acceso al poder en 1982 le condujo a una determinada manera de asumir la politica de Estado. Pero cuando otro muro bien distinto, no fue levantado, sino que, por el contrario, se cayó, el de Berlín en 1989, estaba ya claro que no había salida militar al conflicto en la ex colonia española. Y que Marruecos no dejaría el Sahara.
EL ISLAMISMO RADICAL
La caída del muro de Berlín desencadenó en África y en el Magreb Occidental (como en Asia Central, por otra parte) un fenómeno de doble filo: de un lado, los países de la antigua órbita soviética, que además eran regímenes secularizados, moderaron sus opciones socializantes e iniciaron la senda de la occidentalización, al menos en términos geoestratégicos. Sólo que en vez de buscar el favor de Francia, el país en la que EE UU había delegado como gendarme occidental durante la Guerra Fría, buscaron el favor de Washington, que, en los años noventa (del pasado siglo), y ya capitaneando la primera fase de la globalización, decidió entrar en África.
Hasta entonces el continente negro había sido su última frontera, había estado ausente del mapa norteamericano de recursos minerales y energéticos. Pero todo cambio, EE UU fue a por todas y desató una competencia feroz con París, con secuelas atroces como la guerra del Congo, actualmente en manos del Tribunal Penal Internacional... En este escenario, Argelia se pasó, por decirlo así, a los americanos. Está por ver si ese giro o aceleró el hecho de que, en paralelo, la propia Argelia fue el primer país islámico, aunque con régimen laico, en sufrir el fenómeno del islamismo radical. Y en sufrirlo, además, a gran escala, devastadoramente.
Periclitadas las ideologías en un contexto, además, de miseria, frente a la cual la modernización secular en África y en el mundo árabe no había logrado grandes avances sociales, y es más, había decepcionado, el Islam regresó con más fuerza. Argelia fue el primer campo de batalla. En 1991, los militares argelinos dieron un golpe de Estado para evitar que el islamismo, que había ganado las elecciones, ocupara el poder. Diez años duró la guerra civil encubierta entre las partes, dejando al paso 200.000 muertos. En 2002, con gran apoyo militar y tecnológico de EE UU, Argel descabezó y liquidó al GIA, el grupo que lideraba la revuelta sangrienta del islamismo. Claro que tan sólo cuatro meses antes había tenido lugar el 11-S. Y a partir de entonces, la contención del islamismo radical en el mundo se convirtió, sin duda, el primer objetivo de EE UU, Rusia y Europa.
MARRUECOS REFORZADO
El Polisario, durante esa época, sobrevivió al margen de esta guerra civil argelina, como también los saharauis refugiados en Tinduf. En 1991 -cuando los militares argelinos bloquearon el acceso islámico al poder en su país- había declarado el alto el fuego a fin de avanzar por donde único podía, la vía diplomática. Se sucedieron las misiones entonces de la ONU, los distintos planes. Incluso un cuerpo internacional, la Minurso, tras mucha resistencia marroquí, se radicó en El Aaiún con el teórico objetivo de administrar el territorio, hasta que las conversaciones de paz fructificaran, pero el ejército marroquí no se retiró. Y todo permaneció igual. Ni un solo avance para los saharauis, que sólo veían al tiempo jugar en contra: deserciones, conflictos internos, incluso casos de corrupción... inevitable en la lógica del perdedor. Estados Unidos pasó de protector de Marruecos en la Guerra Fría a árbitro entre éste y Argelia, pero dado el enquistamiento del conflicto no quiso entrar a forzar a ambas partes, con el Polisario de por medio, a acordar una salida.
Por lo demás, en la lógica internacional, tras la primera globalización, Marruecos ha salido otra vez reforzado. Y mucho. El 11-S, como es sabido, marcó la agenda a partir de entonces: Irak, Afganistán, al Qaeda... A pesar de la infiltración islamista en el reino alauí (que en los barrios marginales incluso de una ciudad tan internacional y cultural como Marraquech es brutal), el nacionalismo marroquí sigue teniendo una gran proyección social y religiosa. El famoso maridaje constituyente de la emancipación colonial marroquí funciona. Y su acento religioso -al estar liderado por una monarquía semiteocrática, en la que el rey es también la cabeza del Islam, y activamente ejercer como tal- lo ha vuelto, de facto, un freno al radicalismo, como también a la inmigración ilegal. Es un hecho innegable. Si a eso se le une, además, la posición fronteriza de Marruecos con Europa es obvio que Rabat juega un papel estratégico para la seguridad europea y global. E igual de innegable es que de esto Rabat se aprovecha lo que puede. Cobra la prenda.
LA LIBRA DE CARNE
Esta ecuación, por lo demás, es mortífera para la causa saharaui. El Gran Marruecos -que es la gasolina del nacionalismo y, por consiguiente, un gran motor del freno al islamismo radical magrebí- tiene a la ex colonia española en el corazón de su propio imaginario. La marroquinidad del Sahara es un convencimiento unánime en la sociedad marroquí. Y todo lo que se le oponga es visto por todos el país como una agresión a ese país. Más allá de legitimidades históricas, siempre dudosas por definición, el nacionalismo marroquí continúa alimentándose de este control del Sahara. Es su libra de carne. Y ni que decir tiene, en la jerarquía de problemas del mundo es obvio el diferencial jerárquico abismal entre los puestos que ocupan la guerra contra el islamismo radical y la causa saharaui.
A los saharauis sólo les queda su intifada. Y la han puesto en marcha. Una nueva generación parece venida a inmolarse en ella. Va a ser un camino de sangre. Y una gravísimo problema humanitario en el cual el papel, si juega alguno, de la comunidad internacional, podria ser determinante. La historia, como la vida, es terrible a veces. Y la de las saharauis parece maldita. Del desalojo hace días del campamento en las afueras de El Aaiún no se sabe el número de muertos. No se sabrá nunca... Sólo se sabe que ni Europa ni EE UU preguntarán -de verdad- por ellos. Por ahora. Tampoco se sabe el final.
¡¡¡SAHARA LIBRE YAAAAAAAAAAAAAA!!!
Cuando Franco agonizaba a finales de 1975, Hassan II lo vio claro y adelantó la jugada : su sueño del Gran Marruecos -la construcción simbólica que sustentaba un nacionalismo monárquico que él lideraba entonces con apoyo social masivo- estaba incompleto sin la anexión del Sahara Occidental. Y organizó la Marcha Verde. Su padre, Mohamed V, había accedido al trono tras negociar con Francia la independencia de su país, en 1956, a lomos de un incipiente y potente movimiento nacionalista marroquí al que apoyó sin fisuras, incluso a costa de un largo exilio. Cuando Mohamed V se negó a seguir jugando un papel de títere de Francia, la potencia colonial, en calidad de sultán del protectorado galo coincidiendo con la guerra de Argelia, los nacionalistas marroquíes le cedieron las riendas de la emancipación colonial. El maridaje quedó forjado. Marruecos surgió como país. Y luego Hassan II se propuso consolidar tal nacionalismo monárquico desde su llegada al poder en 1961. Esperó catorce años para dar el golpe. De modo que unas semanas antes de que Franco expirara, casi doscientos mil marroquíes, entre ellos ex presidiarios y mucha gente en la miseria, junto a veinte mil militares, se adentraron a pie en la entonces provincia española, en realidad, el último territorio africano pendiente de descolonización, en dirección hacia El Aaiún. Se trataba de una supuesta anexión civil. Hambre o fe, lo cierto es que la exaltación social y el reclutamiento para la Marcha Verde rozó lo espectacular.
NACIONALISMO SAHARAUI
En realidad, el vasto mar de arena al sur de Río de Oro ya contaba desde finales de los años sesenta del siglo XX con un movimiento independentista. Los saharauis, tribus nómadas hasta cierto proceso de urbanización que tuvo lugar con la colonización española, nunca habían tenido conciencia de Estado. No cuadraba en su lógica político-cultural. Y, aunque mantuvieran lazos tribales y familiares estrechos con quienes eran ciudadanos marroquíes o mauritanos, tampoco se habían sometido al sultanato de Marruecos, a pesar de intentos históricos reiterados pero nunca del todo enérgicos, pues era una zona marginal para la agricultura, una zona sin valor salvo cuando los occidentales trataban de asentarse.
De hecho, el primer líder del independentismo saharaui, Bassiri, había desaparecido en manos de la policía española tras una manifestación en el Aaiún en 1970. Refundado el nacionalismo saharaui luego como Frente Polisario, en 1973 pasó a la guerra de guerrillas, con atentados incluso mortales contra los yacimientos mineros españoles de Fos Bucraa. Estaba claro. España vivía entonces en la incertidumbre total y el Polisario contaba con el apoyo claro de la sociedad saharaui, con la simpatía más o menos expresa de la metrópoli, aun a pesar de los actos de violencia -paradoja no ajena al sentimiento antimarroquí de la España franquista-.
LA MARCHA VERDE
El futuro del Sahara no estaba asegurado, por lo tanto, allá por 1975, pero apuntaba a una emancipación colonial con soberanía saharaui como, en realidad, dictaba la lógica histórica-jurídica de la ONU. Hassan II, sin embargo, no estaba dispuesto a permitir que se le fuera esa pieza de las manos.
El desenlace es sabido: cuando la Marcha Verde llegó a las puertas de El Aaiún, Estados Unidos ejerció ante Madrid de valedor de Marruecos -su único peón entonces en el Magreb Occidental- y el Ejército español tardó apenas días en armar la evacuación civil y militar. “Sin el apoyo de EE UU, Marruecos nunca se habría atrevido”, recordó a este diario el ex ministro de UCD José Manuel Otero Novas. De manera que una muchedumbre marroquí -apoyada por las citadas unidades militares de ese país- entró en las ciudades saharauis y se ensañó con la población. La consigna era atemorizar y forzar un éxodo hacia el desierto. Y así fue. La aviación marroquí los persiguió e incluso llegó a bombardearlos con napalm, como habían hecho los norteamericanos en Vietnam. Las secuelas en los cuerpos pudieron comprobarlas médicos de los hospitales canarios.
EN PLENA GUERRA FRÍA
La lógica de la Guerra Fría se había atemperado en Europa en los años setenta. En ello la socialdemocracia alemana, Helmut Schmidt y Willy Brandt, había jugado ahí el papel clave. Pero se había desplazado al llamado Tercer Mundo. Este desplazamiento tuvo lugar después de que los soviéticos decidieron colocaran sus reservas de petróleo en el mercado internacional, la URSS renaciera y se reforzara durante esa década tras los cada vez más graves fracasos en su economía planificada y Breznev redoblara ambiciones en Asia y África. El Sahara, de hecho, no fue una excepción a esta captura de los conflictos regionales por una lógica geoestratégica mundial que los pervertía y dislocaba en muchas ocasiones.
No en vano si Marruecos era el peón de EE UU en el Magreb Occidental, Argelia lo era de una URSS que, además, le llevaba la delantera y, de hecho, dominaba la fogosa y famosa Organización para Unidad Africana (OUA). De manera que la entrega española de facto del Sahara a Marruecos tras los Acuerdos Tripartitos de Madrid, en base a los que el territorio se repartía también con Mauritania, fue como una declaración de guerra para Argel. El poderoso Régimen socialista argelino sufría así una severa derrota en el control de la región y además veía así cerrada su ansiada salida al Atlántico.
LA RESPUESTA ARGELINA
La venganza no se hizo esperar. Argel acogió a ese éxodo saharaui en los campamentos de Tinduf, al sur del país, donde aún malviven doscientas mil personas. Entrenó y armó al Polisario, y éste inició una guerra terrestre desde su santuario argelino contra la ocupación marroquí, así como una sucesión de ataques a los pesqueros españoles que siguieron faenando en las costas saharianas en el marco de los acuerdos de pesca hispano-marroquíes que entonces comenzaron a sucederse. Esto tuvo lugar hasta 1986, hasta el ingreso español en Europa, pues la UE no reconoce la soberanía pesquera marroquí al sur de Tarfaya. Hubo muertos, pescadores españoles también, y secuestros, aunque algunos atentados (como el del Cruz del Mar, con siete fallecidos en 1978) fueron confusos. El Polisario, cuya representación diplomática fue expulsada de España por un breve periodo, achacó lo del Cruz del Mar a Marruecos. Ahí han quedado las dudas.
LA CAÍDA DEL MURO
En los años siguientes Marruecos fue consolidando su ocupación de facto del Sahara Occidental con una política incesante de traslado de colonos que hoy en día ya representan casi el setenta por ciento de la población. Y las ofensivas militares del Polisario se toparon con la construcción de varios anillos de muros defensivos marroquíes que acabaron por resultarles infranqueables. Pero Argelia mantenía intacto su apoyo a la resistencia saharaui. En la diplomacia internacional el Polisario las ganaba todas (las resoluciones de la ONU le son todas favorables). E igualmente en la opinión pública española, los saharauis contaban con las bendiciones tanto de la derecha (profundamente anti-marroquí siempre) como de la izquierda española, salvo el PSOE, cuya acceso al poder en 1982 le condujo a una determinada manera de asumir la politica de Estado. Pero cuando otro muro bien distinto, no fue levantado, sino que, por el contrario, se cayó, el de Berlín en 1989, estaba ya claro que no había salida militar al conflicto en la ex colonia española. Y que Marruecos no dejaría el Sahara.
EL ISLAMISMO RADICAL
La caída del muro de Berlín desencadenó en África y en el Magreb Occidental (como en Asia Central, por otra parte) un fenómeno de doble filo: de un lado, los países de la antigua órbita soviética, que además eran regímenes secularizados, moderaron sus opciones socializantes e iniciaron la senda de la occidentalización, al menos en términos geoestratégicos. Sólo que en vez de buscar el favor de Francia, el país en la que EE UU había delegado como gendarme occidental durante la Guerra Fría, buscaron el favor de Washington, que, en los años noventa (del pasado siglo), y ya capitaneando la primera fase de la globalización, decidió entrar en África.
Hasta entonces el continente negro había sido su última frontera, había estado ausente del mapa norteamericano de recursos minerales y energéticos. Pero todo cambio, EE UU fue a por todas y desató una competencia feroz con París, con secuelas atroces como la guerra del Congo, actualmente en manos del Tribunal Penal Internacional... En este escenario, Argelia se pasó, por decirlo así, a los americanos. Está por ver si ese giro o aceleró el hecho de que, en paralelo, la propia Argelia fue el primer país islámico, aunque con régimen laico, en sufrir el fenómeno del islamismo radical. Y en sufrirlo, además, a gran escala, devastadoramente.
Periclitadas las ideologías en un contexto, además, de miseria, frente a la cual la modernización secular en África y en el mundo árabe no había logrado grandes avances sociales, y es más, había decepcionado, el Islam regresó con más fuerza. Argelia fue el primer campo de batalla. En 1991, los militares argelinos dieron un golpe de Estado para evitar que el islamismo, que había ganado las elecciones, ocupara el poder. Diez años duró la guerra civil encubierta entre las partes, dejando al paso 200.000 muertos. En 2002, con gran apoyo militar y tecnológico de EE UU, Argel descabezó y liquidó al GIA, el grupo que lideraba la revuelta sangrienta del islamismo. Claro que tan sólo cuatro meses antes había tenido lugar el 11-S. Y a partir de entonces, la contención del islamismo radical en el mundo se convirtió, sin duda, el primer objetivo de EE UU, Rusia y Europa.
MARRUECOS REFORZADO
El Polisario, durante esa época, sobrevivió al margen de esta guerra civil argelina, como también los saharauis refugiados en Tinduf. En 1991 -cuando los militares argelinos bloquearon el acceso islámico al poder en su país- había declarado el alto el fuego a fin de avanzar por donde único podía, la vía diplomática. Se sucedieron las misiones entonces de la ONU, los distintos planes. Incluso un cuerpo internacional, la Minurso, tras mucha resistencia marroquí, se radicó en El Aaiún con el teórico objetivo de administrar el territorio, hasta que las conversaciones de paz fructificaran, pero el ejército marroquí no se retiró. Y todo permaneció igual. Ni un solo avance para los saharauis, que sólo veían al tiempo jugar en contra: deserciones, conflictos internos, incluso casos de corrupción... inevitable en la lógica del perdedor. Estados Unidos pasó de protector de Marruecos en la Guerra Fría a árbitro entre éste y Argelia, pero dado el enquistamiento del conflicto no quiso entrar a forzar a ambas partes, con el Polisario de por medio, a acordar una salida.
Por lo demás, en la lógica internacional, tras la primera globalización, Marruecos ha salido otra vez reforzado. Y mucho. El 11-S, como es sabido, marcó la agenda a partir de entonces: Irak, Afganistán, al Qaeda... A pesar de la infiltración islamista en el reino alauí (que en los barrios marginales incluso de una ciudad tan internacional y cultural como Marraquech es brutal), el nacionalismo marroquí sigue teniendo una gran proyección social y religiosa. El famoso maridaje constituyente de la emancipación colonial marroquí funciona. Y su acento religioso -al estar liderado por una monarquía semiteocrática, en la que el rey es también la cabeza del Islam, y activamente ejercer como tal- lo ha vuelto, de facto, un freno al radicalismo, como también a la inmigración ilegal. Es un hecho innegable. Si a eso se le une, además, la posición fronteriza de Marruecos con Europa es obvio que Rabat juega un papel estratégico para la seguridad europea y global. E igual de innegable es que de esto Rabat se aprovecha lo que puede. Cobra la prenda.
LA LIBRA DE CARNE
Esta ecuación, por lo demás, es mortífera para la causa saharaui. El Gran Marruecos -que es la gasolina del nacionalismo y, por consiguiente, un gran motor del freno al islamismo radical magrebí- tiene a la ex colonia española en el corazón de su propio imaginario. La marroquinidad del Sahara es un convencimiento unánime en la sociedad marroquí. Y todo lo que se le oponga es visto por todos el país como una agresión a ese país. Más allá de legitimidades históricas, siempre dudosas por definición, el nacionalismo marroquí continúa alimentándose de este control del Sahara. Es su libra de carne. Y ni que decir tiene, en la jerarquía de problemas del mundo es obvio el diferencial jerárquico abismal entre los puestos que ocupan la guerra contra el islamismo radical y la causa saharaui.
A los saharauis sólo les queda su intifada. Y la han puesto en marcha. Una nueva generación parece venida a inmolarse en ella. Va a ser un camino de sangre. Y una gravísimo problema humanitario en el cual el papel, si juega alguno, de la comunidad internacional, podria ser determinante. La historia, como la vida, es terrible a veces. Y la de las saharauis parece maldita. Del desalojo hace días del campamento en las afueras de El Aaiún no se sabe el número de muertos. No se sabrá nunca... Sólo se sabe que ni Europa ni EE UU preguntarán -de verdad- por ellos. Por ahora. Tampoco se sabe el final.
¡¡¡SAHARA LIBRE YAAAAAAAAAAAAAA!!!
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