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EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

23jul2014

“A las mujeres inmigrantes universitarias nos encasillan en trabajos de cuidadoras”

La periodista saharaui, que vive a caballo entre Euskadi y Asmara, ha escrito su quinta obra: La dignidad, una corona de oro, dedicada a los miles de indignados.
Nació en El Aaiún, aunque no conoce la capital del Sáhara occidental porque lleva viviendo entre nosotros más de veinte años. “Cuando estalló la guerra tuve que irme a los campamentos de Tindouf con mis padres y a los 10 años me mandaron a estudiar a Cuba. Allí hice Primaria y Bachiller”. Pero en 1991, ante la proximidad del referéndum que se iba a realizar finalmente frustrado, se bajó a los emplazamientos argelinos. ”Estuve un año en la radio del Sahara y después ya no pude regresar a Cuba”, explica Fátima Galia, quien busca editor para su último libro: La dignidad, una corona de oro. “Es una denuncia de la situación por la que está pasando la gente: desahucios, paro, violencia de género. Aunque la espina que tengo clavada en el corazón es la del Sahara, no me puedo abstraer de los problemas que me rodean”, se sincera.

-¿Cuándo aterrizó en Euskadi y por qué aquí?
Llegué en 1992 con 20 años para continuar estudiando Periodismo; había hecho varios cursos en Cuba, pero como el sistema educativo era distinto tuve que empezar de cero Hice los cinco años en la UPV-EHU y acabé en 1996.

-¿Tuvo problema para obtener la nacionalidad?
No. A los diez años me concedieron los papeles. Pero cuando puedo escaparme, por vacaciones o alguna excusa, voy para Tindouf. Sigo en contacto con los medios de comunicación de los campamentos. Al venir de Cuba había oído hablar del País Vasco, pero no de Euskadi y del euskera. De la problemática de este país me enteré por gente como Txomin Aurrekoetxea que me ayudó muchísimo y me enseñó su idiosincracia. Me quedé aquí, porque al llegar me enamoré de Euskadi, pero hasta la crisis he vuelto a Tindouf una o dos veces al año; es la espina que tengo clavada.
-¿En la ‘wilaya’ de Asmara vive su familia o se la ha traído aquí?
La mitad están en los campamentos del desierto argelino, y mis abuelos y tíos se encuentran en El Aaiún ocupado por los marroquíes; no nos podemos ver porque nos separan muros, como el de Berlín, pero que todo el mundo desconoce; hacen como que no saben; cerrado a la opinión pública y a los medios de comunicación.

-Corren malos tiempos para el periodismo. ¿Por eso se decanta por escribir libros?
Sí. Me han llamado en alguna ocasión para hacer alguna entrevista, pero cosas pequeñas. Además, ni siquiera he tenido la posibilidad de hacer prácticas. Por eso me he vinculado a organizaciones sociales vascas con las que colaboro, entre ellas Mujeres del Mundo.

-¿Por ser una ONG de acogida?
Además, no solo de inmigrantes, sino también de mujeres de aquí. Llevo once años acudiendo a la sede de Bilbao y me he sentido reconocida; es un lugar de encuentro para las mujeres.

-¿Y de empoderamiento?
También. A Mujeres del Mundo vamos desde universitarias como yo sin empleo hasta las que nunca han cogido un libro; somos mujeres de todo tipo y de todas las nacionalidades: asiáticas, africanas, árabes, saharauis y marroquíes...

-¿Si las mujeres estuvieran en el poder, habría menos conflictos?
Sin lugar a dudas. Las mujeres tenemos más afectividad y a la hora de resolver los conflictos seríamos más efectivas. No cambiaríamos el mundo en dos días, pero sí a la larga. Y sería un mundo mucho mejor que el actual.

-Porque en Mujeres del Mundo se relacionan sin problemas saharauis y marroquíes
Sí. Todas somos mujeres. Hablamos de la situación política y social de nuestros respectivos países; en la Asociación se hacen talleres y reflexionamos sobre todas las cuestiones de actualidad. Allí es donde como mujer puedo crecer; no obtienes un puesto de trabajo, pero al menos dejas de pensar en tus propios problemas y te das cuenta de que puedes aportar tu granito de arena y hablar desde tu propia experiencia en la interculturalidad.

-¿Bilbao es un lugar de acogida para mujeres como usted?
Sí. Sí no me sintiera bien, no estaría aquí. Sobre todo los árabes que somos nómadas y vamos siempre en busca de una buena experiencia o de un sitio donde nos sentamos bien acogidos. Lo único que le achaco a Bilbao es que no cuenta con los universitarios extranjeros.

-¿A qué se refiere?
Las mujeres como yo, aunque seamos universitarias, estamos etiquetadas como cuidadoras. Hay como 3.000 tituladas inmigrantes en Bilbao, Araba y Gipuzkoa y son muy pocas las que tienen, no digo ya un empleo estable, pero sí que puedan decir que su trabajo merezca la pena. Las que llegan a Mujeres del Mundo no trabajan a pesar de estar cualificadas desde hace años. Nuestro problema es anterior a la crisis.

-¿Quiere decir que las que trabajan lo hacen solo de cuidadoras?
Algunas, en algún restaurante para tener derecho a paro. Luego, universitarias que aquí no han encontrado nada han vuelto a sus países para montar algún negocio.

-¿Se ha planteado volver a Argel?
Me casé con un saharaui de los campamentos; yo vine primero y luego él. Tengo dos hijas vascas que estudian en el modelo D, en euskera, también saben castellano y ahora cursan inglés y saben árabe, que es nuestro idioma. Se están enriqueciendo en una multiculturalidad. A pesar de estar enamorada de Euskadi, mi anhelo sería vivir en un Sáhara libre. Mientras, sigo escribiendo poesía, relatos... a la espera de una oportunidad laboral que no llega.

Fuente: deia.com


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