¡SAHARAUI, SAHARAUIA, EIDA FEIDAK LILHURRIA! (tu mano junto a la mia hasta la libertad) ¡Rompamos el bloqueo informativo. Derribemos el Muro de Silencio! ¡LABADIL, LABADIL, AN TAGHRIR ALMASSIR! (No hay otra opcion que la autodeterminación)

EL SÁHARA DE LOS OLVIDADOS اِل ساارا دي لوس اُلبيدادوس




"Háblale a quien comprenda tus palabras"
"Kalam men yafham leklam"

20jun2017

Refugiada, sin quererlo


“Estábamos, estamos, estaremos juntos. A pedazos, a ratos, a párpados, a sueños”
Mario Benedetti

Por Benda Lehbib Lebsir / Fotografías: Víctor Jiménez / Fuente: 1saharaui

No quiero ver tu cara de pena, aunque es lo que todos esperan cuando miras a una refugiada. No quiero que me digas nada; absolutamente nada. No necesito que me cuentes lo que piensas de mí, ni siquiera que me preguntes cómo he llegado hasta aquí, porque eso no importa. Si tuve frío o si pase hambre. Si me sentí sola o tuve miedo son cosas que me guardaré para mí porque no quiero tu compasión.

No tengo ningún problema contigo. Ni con tu gente o tu país. De hecho, mi problema es que, como sabrás los refugiados no venimos del lujo, no huimos de ningún paraíso. Tampoco venimos a tú país a robar tu pan ni tu sanidad. No venimos a que nuestros hijos se sienten al lado de los vuestros en la misma mesa en un colegio y a que los miren de reojo como si hubiesen caído de otro planeta. No son afirmaciones remotas créeme, son verdades de calle, de lo que tú y yo podemos oír día sí y día también.

Sé que me entenderás, si te digo que soy hija de la resistencia. Soy Saharaui, y desde que tengo memoria, mi hogar solo fue un trozo de tela expuesta en la nada, mi piel una cicatriz y mi esperanza una caravana humanitaria. ¿y sabes una cosa? jamás conocí a nadie más valiente que mi gente. Te lo digo de verdad.

Ser una refugiada no es mi identidad. No. No te equivoques. Es una circunstancia que otros me han impuesto. Nací en el lado equivocado de una frontera dibujada por manos ajenas al sufrimiento. Nací en el lado de los dignos, de los que llevan cuarenta años esperando justicia. Cuarenta años peleando porque la siguiente generación logre lo que nuestros abuelos no lograron: Una vida sin hambre. Cuarenta años esperando un parque para sus niños, una universidad para sus jóvenes y un retiro digno para sus mayores. Nací en el lado de la esperanza, porque el desierto nos ha enseñado que ese, es el mayor tesoro.

¿Sabes tú lo que es creer en los imposibles?¿Que se pongan malos tus hijos y tener que recurrir a remedios caseros porque el hospital más cercano no tiene absolutamente nada que pueda salvar la vida de tu pequeño?¿Tener que temerte siempre lo peor? Ojalá jamás tengas que conocer esa sensación. No te lo deseo.

¿Y sabes que es lo mejor de todo eso? que amamos la vida. Amamos cada día como un regalo. Amamos a nuestra gente, nuestra risa, nuestras ganas de vivir. Amamos cada minuto que nos permite aprender de la vida. Y lo mejor de todo que valoramos y apreciamos cada gesto de cariño que recibimos.

Ahora que lo sabes todo no te imaginas la de veces que he tratado de demostrar que ser un refugiado no es más que una etiqueta. Pero la triste dura y maldita verdad está ahí. Cada refugiado es más que un nombre, una cara o una huida hacia adelante. cada refugiado es una historia de esperanza, es una familia que espera, cada refugiado es una carta que nunca acaba de llegar. Por eso, hoy he decidido dejar de callar y hablar. Esta es mi historia y creo que merece ser contada. Más que por mí, por todos ellos. Por todos los refugiados de las mil injusticias de este mundo. Tengo la esperanza que desde hoy, cada 20 de junio sea algo más que una fecha del calendario. Tengo la certeza que cada 20 de junio sentiré que me lees, me comprendes, y una pequeña parte de ti se siente como un refugiado más.

“Los refugiados no tienen otra elección, tú sí. Ellos, lo único que quieren es volver a casa”


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