Los que tenemos niños pequeños en casa sabemos que siempre ven la misma película y siempre hay que leerles el mismo cuento, una y otra vez. No les gustan las historias cuyos finales desconozcan, no les da seguridad. Más tarde, en el colegio, será la pandilla la que les proteja y su líder, al que habrá que apoyar y defender. Eso ni se cuestiona. A ningún miembro de la misma se le ocurrirá emprender alguna acción a espaldas del jefe. Las normas son las normas. Se cumplen o te expulsan. Así de simple es la estructura grupal de los niños, muy parecida a la de los partidos políticos. Los políticos repiten discursos una y otra vez buscando el final esperado y siempre exigen la solidaridad de su grupo.
La Presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, se ha enfrentado con su segundo de a bordo, Diego Valderas, como si estuviesen en el patio del cole. Díaz no admite que éste, por su cuenta y sin su permiso, tome la decisión de visitar los campamentos de refugiados saharuis. Ella es la jefa y Valderas, un aspirante al liderazgo que se ha salido del juego. En el cole cuando un jefe se alía con alguien, los de su grupo también. Díaz ha confesado que el conflicto es internacional y que no es momento de disgustar a Marruecos. Esperaba que su grupo gubernamental la siguiese y olvidara, oficialmente, al pueblo saharui. No ha tenido en cuenta que no es una cuestión de amiguismos sino de cumplimiento de la legalidad y de lo marcado en el derecho internacional. Castigados los dos, Díaz y Valderas, sin recreo.
La postura de la Presidenta puede ser la esperada oficialmente pero hay otros finales más felices. Ha jugado al despiste. No parece lógica en la persona que trabajó, y bien, en el Intergrupo Parlamentario Paz en el Sáhara poniendo todo su empeño en cooperar con los ocupados por Marruecos desde hace treinta años. No es esperable de quién recibe con cariño, ante las cámaras y en el palacio de San Telmo, a los niños saharauis que pasan el verano en Andalucía. Tampoco representa así a una comunidad que se distingue por apoyar todos los movimientos a favor de la libre determinación. Sí es contradictorio con las disposiciones de las Naciones Unidas y del Tribunal de La Haya que apoyan el derecho a la autodeterminación. Y es, sobre todo, inoportuno desviar la mirada ahora, en 2015, cuando España forma parte del Consejo de Seguridad de la ONU y puede y debe trabajar para una justa solución del conflicto del Sahara Occidental.
Por Marisa Fernandez
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