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Cheija, apátrida en España: "No he sentido nunca la tranquilidad que da tener un hogar"

-Esta joven saharaui es una de los al menos diez millones de personas que hay en el mundo sin nacionalidad, según el informe 'Tendencias Globales'.
-El documento ha sido presentado por ACNUR en el marco de la celebración este martes del Día Mundial de los Refugiados.
-Ella afirma que si España cumpliese las resoluciones de la ONU, "los saharauis tendrían la nacionalidad española casi al día siguiente de solicitarla".

Fuente: 20minutos.es / Araceli Guede

Cheija Abdalahe sale del trabajo. Viste un pantalón blanco y una blusa negra. En su día a día mantiene un estilo occidental. Pero si tiene que acudir a un acto sobre refugiados, a una manifestación o conceder una entrevista, no lo hace sin la melfa. "Es mi seña de identidad", argumenta ya en casa, mientras con gran agilidad se anuda la prenda típica de las mujeres saharauis. Porque aunque hay quien considera que no tiene patria, ella se siente saharaui.

Esta joven es una de los al menos diez millones de apátridas que hay en el mundo, según recoge el informe Tendencias Globales que ACNUR presentó el lunes, en vísperas del Día Mundial de los Refugiados. Son personas sin nacionalidad, a las que ningún estado considera como ciudadanos suyos.

Cheija resume esa situación con dos palabras: "Indeseados y desprotegidos". Y en su caso, alguien que no ha llegado a experimentar la sensación de tener un hogar. "La sensación de estar en un sitio en el que tus derechos humanos son respetados y sobre todo, un sitio en el que nadie te va a decir en la cara que le debes algo. Es seguridad y estabilidad y sobre todo, vivir en dignidad", explica. "No he sentido nunca esa tranquilidad. Tiene que ser tan satisfactoria... La única sensación que he experimentado es la de ser refugiada, extranjera y apátrida", lamenta.

Lo más cercano a un hogar que conoce son los campamentos de refugiados de la provincia argelina de Tinduf, en los que nació hace casi 30 años. Sus padres se habían visto obligados a exiliarse del Sáhara Occidental en 1975, cuando Marruecos ocupó la antigua colonia española. A la hija mayor la dejaron con la abuela, pensando que pronto podrían regresar. Pero no fue así y no han vuelto a reunirse. Cheija tiene contacto con su hermana, pero nunca la ha visto en persona.

Esta mujer pasó sus primeros 20 años entre haimas y casas de barro y los internados de Argelia a los que iba a estudiar. Una vida "con condiciones extremas, pero con mucha dignidad", en la que los adultos se afanaban porque los más pequeños tuvieran una buena infancia: "Me recuerdo como una niña descalzamente feliz". "Nuestras madres nos amantaron el amor a la tierra y a la libertad y a la vez creces con una causa, pensando en que estás luchando por algo, y que por eso estás en las condiciones en las que estás", cuenta.

Participar en el proyecto Vacaciones en Paz que las asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui ponen en marcha para que los pequeños de los campamentos pasen los veranos en España le permitió corroborar la existencia de realidades diferentes a la suya y ahondar en su deseo de aspirar a "algo mejor". "Y lo conseguí, aunque las cosas no fueron del todo como yo esperaba", reconoce. Hace una década llegó a Madrid con la ilusión de legalizar su situación, convalidar sus estudios y continuar con su carrera, pero tardó cuatro años en obtener el permiso de residencia. "Aquella época fue muy dura, pero gracias a lo vivido entonces soy lo que soy ahora", resalta.

"Incongruencias" burocráticas
Cheija ha solicitado recientemente la ciudadanía española, pero teme que no se la concedan. Y ello pese a que su madre la tiene. También su padre es español, pero al haber perdido durante el exilio el DNI que lo acredita tampoco tiene nacionalidad. "Se sabe el número de memoria pero los registros de algunas ciudades saharauis desaparecieron por lo que es un español apátrida en España", comenta su hija. Una de tantas "incongruencias" burocráticas.

Esta activista se muestra muy crítica con la actitud que los diferentes Gobiernos españoles han adoptado respecto al Sáhara, considerado como uno de los diecisiete territorios no autónomos de la ONU, para la que la potencia administradora sigue siendo España. La joven considera que si este país siguiese las resoluciones de Naciones Unidas, "los saharauis tendrían la nacionalidad española casi al día siguiente de solicitarla". Creces con una causa, pensando en que estás luchando por algo, y que por eso estás en las condiciones en las que estás.

"Es duro ser apátrida. Pero es peor cuando eres apátrida saharaui en España. Eres apátrida y refugiado porque te han quitado tu tierra y ¿quién se la cedió a Marruecos? España. ¿Y quién te considera apátrida? España. Ni siquiera nos dan el estatuto de refugiado. Y yo nací como refugiada", denuncia.

Cheija exige al Estado español valentía internacional, no ceder a las presiones de Marruecos y el apoyo a la celebración de referéndum, para que sea el pueblo saharaui el que elija el futuro del territorio. Su enfado es con los dirigentes, pero nunca con la sociedad española, por la que asegura haberse sentido bien tratada siempre.

ACNUR se dio en 2014 un plazo de diez años para erradicar la apatridia. "Puede significar vivir sin formación, atención médica o empleo, sin poder moverse libremente, sin perspectivas ni esperanza. Sin una nacionalidad, frecuentemente son personas sin acceso a los derechos y servicios que los países normalmente reconocen a sus ciudadanos. Es inhumana y es hora de terminar con esta injusticia", apuntaba en un comunicado.

A esta saharaui le gustaría creer que eso será así, pero, "en la forma en la que va evolucionando el mundo", admite que tiene dudas. "¿Qué sería yo dentro de diez años?", se pregunta, para enseguida responder: "Tal vez estaría en mi tierra. Ese sí que sería el mundo ideal".


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